jueves, 1 de mayo de 2014

VIAJE AL FIN DE LA NOCHE: Louis-Ferdinand Céline.


Aunque había oído hablar ya bastante de esta novela (a Kerouac y Bukowski y Henry Miller, por ejemplo), no fui capaz de conseguir un ejemplar hasta, calculo, los veinticuatro o veinticinco años. Imposible, por su estigma (colaborar con el régimen pronazi de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial), encontrar ningún libro de Céline editado en nuestro país por aquel entonces, comienzos de los 90, y grande la frustración de no poder, pese a las fantásticas palabras que mis autores de culto le dedicaban, acceder a su obra. Hasta que, en una edición del Círculo de Lectores, al que mi madre estaba suscrita, conseguí al fin su primera y más aplaudida novela, Viaje al fin de la noche, que fue para mí una auténtica revelación. Ahí estaba Bardamu, alter ego de Céline, desafiando a la vida y al mundo, cantándole al horror de la guerra y al absurdo de estar vivos, ácido y corrosivo, sarcástico y escatólogico, con su lenguaje emotivo, esa especie de dialecto nihilista y cañí, sus frases lapidarias, su filosofía aplastante y sus aventuras y desventuras en África, Francia y Estados Unidos, buscando el camino de baldosas amarillas.

Ha habido, por supuesto, otros muchos autores y libros que me han marcado, pero ninguno, creo recordar, tanto como Céline y su Viaje al fin de la noche, la revolución que supuso en mi cabeza y mis letras, en mi forma de escribir y de entender el mundo, y a pocos debo tanto como a él.

Recientemente, más de veinte años después de haberlo leído, con Julio César Álvarez, he coordinado la antología El descrédito: Viajes narrativos en torno a Louis Ferndinand Céline (Ediciones Lupercalia, 2013), donde un puñado de autores españoles contemporáneos rendimos tributo al maestro.


Vicente Muñoz Álvarez, en El Telégrafo (Quito, Ecuador).



EL DESCRÉDITO. VIAJES NARRATIVOS EN TORNO A LOUIS-FERDINAND CÉLINE: Queda en sus manos.




Hace años, estando de visita en casa de unos amigos, hablando sobre qué andábamos leyendo —yo entonces leía muy poco, pasaba por esos años que también cuenta Meret que le pasaron: cinco o seis de ellos en mi caso sin leer más allá de una treintena de libros, si acaso— les conté que estaba leyendo algo de Gustavo Buenoporque… De repente, en cuanto me oyó, uno de los anfitriones se precipitó hacia el salón desde la cocina, creo que incluso blandiendo una sartén o similar, increpándome, cargadísimo de razón: «Pero si ese tío es un chalao, ¿no le has visto en televisión?». Y yo, la verdad, pues no. Ni la menor idea de cuáles habían sido sus crímenes, por qué era un despropósito el leer uno de sus textos, si acaso había matado a un gato o a dos o si es que le había birlado el novio a su prima (la del propio Bueno, digo). Yo había comprado el libro por lo bien que me parecía que iba a explicar su tesis, cuando lo abrí, por una página al azar, en la librería. Y ya. No acerté a contar esto ni poco más; no había clima, ya digo. Por aquella época, haciendo honor a la verdad, no solo leía poquísimo: apenas hablaba para decir gran cosa, tampoco.

El caso es que me he tenido que acordar del escándalo de aquel conocido, de sus prejuicios, su indignación, y mi por cierto muy provechosa lectura de El mito de la izquierda, [1] al volver estos días a leer la antología El descrédito. Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline,libro en torno a nada más y nada menos que un simpatizante del régimen de Vichy —ahí es nada, mucho peor que salir en Telecinco, dónde va a parar—. Acudí a una charla que uno de los antólogos, Julio César Álvarez, y algunos de los autores — José Ángel Barrueco, Gsús Bonilla, Álex Portero, Esteban Gutiérrez Gómez, Óscar Esquivias, José M.Alejandro(Choche) y Mario Crespo— de estos viajes narrativos protagonizaron este viernes pasado en la librería Antonio Machado del Círculo de Bellas Artes. Se trató sobre Céline, infame por antonomasia, «poeta de los charcos, escritor visceral, guerrero, apasionado, furioso con la humanidad entera, artífice de algunas de las cimas narrativas de la historia de la literatura»[2], y nexo de unión de todos los que han participado con algún texto en esta suerte de homenaje crítico —«A muchas almas nobles se les hunde el mundo si ven que han de reconocer que la inmensa calidad literaria de Louis-Ferdinand Céline convivió siempre con su monstruosidad moral»[3]— y literario —«Sí, éramos trotskistas y leíamos a Céline, no pongas esa cara de baronesa ofendida y deja que te lo explique»[4]—a la figura de este «perfecto cabrón»[5].

«Estamos aquí debatiendo su obra, no su persona», dirá Mario Crespo, en una de sus intervenciones. En realidad, no fue así. Ni el viernes, ni tampoco en la antología. Es inevitable, tratándose de quien se trata, obviar quién fue, prescindir de su persona. Tampoco es necesario, seamos serios: hay que ser muy paleto —digo así porque intento ofender, va, solo un poco, que estamos hablando de Louis Ferdinand Auguste Destouches— para dejar de leer a un autor por su trayectoria[6]. ¿Qué va a pasarte si lees Viaje al fin de la noche? ¿Vas acaso a despertarte con una enorme necesidad de exterminar judíos, de violar a mujeres, apalear negros, de matar gatos? Que no se trata aquí, caray, centrémonos, de votar para que le dé una subvención el estado o Dios le perdone alguno de sus pecados a un personaje que lo mismo sí, era deleznable, qué más da, ya está muerto, qué más queremos que le pase, ¿es acaso su obra apología de qué? ¿No debería tratarse solo de leerlo y ya, solo de su obra?

Aparte, abundando en esto que digo, o he intentado decir: El descrédito, cómo ha sido concebido, es una gozada. Siquiera sea por el relato que se marca Pepe Pereza, que aparece de pronto, sin previo aviso:

-Mala noche, ¿eh?
-La peor.

O por la lectura que sobre las cartas que el buen doctor —aquí un emoticono, que estamos en internet— le escribe desde la cárcel a su mujer y que comenta Barrueco, aportando esa otra perspectiva, la de un hombre torturado, hecho absolutamente polvo, maltratado, contradictorio: «Cuando uno lee a Céline, verdadero hijo de puta que, probablemente, fuera así (tan duro, tan cruel, tan feroz, tan pesimista) porque asistió al rosario de maldades de las que es capaz el individuo y se vio involucrado en un cúmulo de situaciones que irían minando sus nervios: guerras, asesinatos hospitales, enfermos y enfermedades propias, locura y miseria…»[7]. Es decir, es una obra en torno al autor de Muerte a crédito que va más allá de la mera reseña de su obra literaria o aproximación biográfica: en El descrédito aparecen los Beats, por ejemplo; el relato de ese encuentro, del que también se habló el viernes: «Imagina que dentro de cincuenta años, cuando estemos muertos, alguien, un grupillo de escritores jóvenes e irreverentes de… qué sé yo… de España, por ejemplo, nos rinde un homenaje en una antología de varios autores que escriben con un estilo similar al nuestro»[8].

Y también escribe Miguel Baquero:

¡Ah, qué gratificante es compartir la opinión mayoritaria!
Pero si algo desprecio sobre todo (y quizás en ello el propio Céline tiene algo que ver) es el lugar común, la frase hecha, el pensamiento gratificante. Leí siendo joven (quién no) el Viaje al fin de la noche y pese a la rabia contenida en sus páginas se me hacía difícil imaginar, tenía que verlo, o que leerlo, con mis propios ojos, que quien escribió aquel episodio del recluta Bardamu vagando junto a un soldado del otro bando, de noche, por una ciudad abandonada, quien dijo aquello de que «a los generales les gustan las rosas. Es sabido», y quien concluyó con la advertencia, dirigida a todos, de que «cuando los grandes de este mundo empiezan a amaros es porque van a convertiros en carne de cañón», hubiera podido producir poco después unas páginas de insólita sevicia.

Y más. Un total de 26 autores[9], a cuál más dispar, más los antólogos [10]. Un regalazo de la editorial Lupercalia. Otro más. «Eso sí, miren con cuidado hacia abajo. Queda en sus manos» [11].

.Notas al pie:

[1] Se la recomiendo aquí: su prosa tiene ese gusto a viejo profesor de bachillerato, didáctico y bonachón, que quiere darnos las herramientas necesarias para ayudarnos a pensar por nosotros mismos el día de mañana. Aparte, abre la cosa citando a una autoridad que resulta que es mujer, sin mencionarlo; con la que está cayendo, en fin, qué majo. He de decir, por otra parte, que sigo sin haberle visto en televisión. Así que no sé aún en qué pequé, digo. Y tan feliz.

[2] Jose Ángel Barrueco en su aportación a la antología No habrá tregua para los malvados.

[3] Abre así Vila-Matas la suya, la que cierra el libro.

[4] Álex Portero en No te ofendas, otro de los textos, de ficción en este caso.

[5] Así se le llamó en varias ocasiones este viernes, diría que hasta con una cierta ternura.

[6] Por esa sola razón, digo.

[7] Otra vez Barrueco.

[8] La entrega del testigo, relato del encuentro entre William Burroughs y Allan Ginsbergcon Céline el 8 de julio de 1958 en la casa de Meadon de este último.

[9] Enrique Vila-Matas, Miguel Sánchez-Ostiz, Mario Crespo, Celia Novis, José Ángel Barrueco, Óscar Esquivias, Bruno Marcos, Pepe Pereza, Isabel García Mellado, Álex Portero, Vanity Dust, Juanjo Ramírez, Patxi Irurzun, Juan Carlos Vicente, Velpister,Esteban Gutiérrez Gómez, Pablo Cerezal, Javier Esteban, Choche, Miguel Baquero,Carlos Salcedo, Odklas, Joaquín Piqueras, Adriana Bañares, Gsús Bonilla, Alfonso Xen Rabanal y Daniel Ruiz García.

[10] Julio César Álvarez y Vicente Muñoz Álvarez.

[11] Julio César Álvarez, en el prólogo.


Raquel Blanco, en Tanyible ebooks.


domingo, 27 de abril de 2014

LEYENDO EL DECRÉDITO: Viajes narrativos entorno a Luis Ferdinad Céline, por Ricardo Guadalupe.


En 2011 el Gobierno de Francia despreció el cincuenta aniversario de la muerte de Louis-Ferdinand Céline omitiendo cualquier acto conmemorativo a su figura. La razón: sus panfletos antisemitas, anteriores a la Segunda Guerra Mundial, y su colaboracionismo con la Francia de Vichy. Para repararlo, se supone, Ediciones Lupercalia reunió en 2013 a veintiocho autores españoles en el libro El descrédito, que lleva por subtítulo Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline.

Y he dicho “se supone”, porque lo que aparentemente nació como un modo de reivindicar a uno de los grandes escritores de la literatura universal se convierte en algunos casos en un linchamiento. Caso de uno de los autores, que directamente le llama “gilipollas”, o caso de Vila-Matas, propenso a disimular sus complejos con insultos, que le tilda de “cerdo repugnante”, añadiendo desatinos como que “su obra se limitó a llevar a sus máximos extremos la monstruosidad moral de nuestro siglo” o que “ese cerdo tiene sólo dos obras de altura”, refiriéndose a Viaje al fin de la noche y Muerte a crédito, olvidando, diría que por simple desconocimiento, principalmente obras como Guignol's Band, El puente de Londres o Semmelweiss.

Lamentablemente esa es la tónica de un libro que se centra en la mayor parte de sus páginas en los dichosos panfletos antisemitas y en las cloacas de las que Céline hablaba, pero sin hacer alusión alguna al espíritu de lucha con el que zarandeaba al lector para salir de las mismas.

En cambio, de repente, en la página 140, perdida ya toda esperanza, una luz, un texto que por sí solo da valor a la travesía en el desierto y a la adquisición del libro, puesto que Carlos Salcedo Odklas, en Viaje a ninguna parte, trae a la vida a Céline, primero literariamente, a través de su estilo, lo que no quisieron o no pudieron hacer los otros autores, y después con un análisis que hace justicia al escritor francés: “su manera de escribir, sincera hasta el extremo, sin ocultar nada de su visión del mundo, […] pionero del lenguaje soez y realista, de la jerga de la calle, han influido enormemente en la literatura posterior”. Para coronar por último el texto con una crítica social, algo imprescindible en cualquier escritor que se precie de serlo dados los tiempos que corren: “Nuestro ilustre presidente, esa jodida marioneta gangosa, […] está haciendo todo lo posible por llevar a su pueblo a la esclavitud absoluta […] con el terreno allanado por la política de haber transformado a la sociedad, ausente como dije de disciplina y fortaleza, en un rebaño dócil y completamente maleable”. Y sigue, no tiene desperdicio el párrafo, aunque por su extensión mejor emplazaros al libro. 

Casualmente –es un decir, no creo en la casualidad–, Carlos Salcedo Odklas dedica su texto a Alfonso Xen Rabanal, justo el autor responsable, unas páginas más adelante, del otro tsunami que va a romper las tranquilas aguas del libro. No en vano Salcedo Odklas dice de él, con respecto a Céline, que es “su discípulo más aventajado dentro de nuestra narrativa underground actual”. Y cuánta razón tiene, Xen Rabanal va a imprimir en su texto el ritmo frenético de la metralla, agujeros de bala en forma de letras. Todo el cuerpo del lector se va a ver convulsionado por una música del rap, por un fraseo urbano y directo que no hace prisioneros. Demostrando además su hondo conocimiento sobre la vida y obra del autor de Viaje al fin de la noche, citándole con una frase que para mí es el punto de partida fundamental para abordarlo: “anarquista soy, he sido, sigo siendo”. Chapó.

Y qué rescatar del resto del libro, una vez destacados sus dos principales y prácticamente únicos valedores, pues el texto No hay tregua para los malditos, en el que José Ángel Barrueco perfila con un honesto análisis la animadversión que persigue a Céline: “creo que a esa sociedad dispuesta a poner etiquetas y a atribuir culpas y castigos, lo que más le dolió, le sigue doliendo, no es que Céline escribiera panfletos, sino su condición de rebelde, de provocador que no baja la cabeza, que no agacha el lomo, que no cae en el servilismo”. Y lo culmina escribiendo: “Lo intuyó, lo supo, sabía que no hay descanso para quienes son como él. Esperemos que, algún día, le alcance la tregua. Lo escribió en la cárcel: «Hay que luchar contra la desgracia con la misma rabia que ella hasta cansarla»”. Amén.

Sacudiendo El descrédito salen huyendo también frases de otros autores hacia el crédito de Céline: “en sus novelas no hay ni un ápice de antisemitismo”, “va construyendo un discurso vivamente antibelicista”, “un alivio encontrarse con ese cinismo vitalista”… Hasta el que le llama “gilipollas” se rinde a “su energía narrativa, por su descarnación (o si se prefiere, encarnizamiento) a la hora de novelar”.

Aún quedan muchas cuentas por saldar con Louis-Ferdinand Céline.


© Ricardo Guadalupe



viernes, 21 de marzo de 2014

EL DESCRÉDITO en MADRID



La antología El Descrédito se presenta en Madrid


El próximo viernes 28 de marzo a las 19 h. se presenta en la Librería Machado, en el Círculo de Bellas Artes, el proyecto conjunto El descrédito. Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline (Lupercalia, 2013). Una antología coordinada por Vicente Muñoz Álvarez y Julio César Álvarez con casi una treintena de autores (entre los que figuran Enrique Vila-Matas o Miguel Sánchez-Ostiz) sobre la figura de Céline, unos de los autores malditos por excelencia, y un magnífico punto de partida para dar cabida a relatos y ensayos que abordan su influencia y envenenado legado. 

Louis-Ferdinand Céline (1894-1961), autor de Viaje al fin de la noche o Muerte a crédito, fue sin duda uno de los más grandes y polémicos escritores del pasado siglo, una auténtica fuente de inspiración permanente para la prosa contemporánea. Sus panfletos antisemitas y su colaboración con el régimen pronazi de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial le condujeron a la infamia y el descrédito, suscitando desde entonces las más controvertidas y apasionadas polémicas. Polémicas que aún hoy continúan vivamente. 

La presentación contará con la presencia de Julio César Álvarez y con varias de las firmas que dan forma a esta singular obra conjunta, entre ellos, José Ángel Barrueco, Gsús Bonilla, Álex Portero, Esteban Gutiérrez Gómez, Óscar Esquivias o Mario Crespo. Una combinación de perspectivas y estilos que ayudará a comprender y aproximarse, en la medida de lo posible, a la compleja figura de Céline. Más de cincuenta años después de su muerte, la prosa española contemporánea más actual intenta desentrañar su enigma, la combinación de una excelente calidad literaria y una incómoda monstruosidad moral.

lunes, 10 de febrero de 2014

EL DESCRÉDITO en LA TORMENTA EN UN VASO


El descrédito. Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline, VV.AA.

Ediciones Lupercalia, Alicante, 2013. 208 pp. 15,90 €

Pedro Pujante 

Si existe un autor que hoy día sigue suscitando polémica, admiración, rechazo, inspiración y sumando lectores y lectores, ese es Céline. Falleció hace más de medio siglo, fue médico, vivió la Gran Guerra, estuvo encarcelado sufrió el ‘descrédito’ y el destierro. Sus panfletos antisemitas le valieron la ignominia y que su Francia natal le relegase a un margen de la literatura canónica.

No obstante, y dando ejemplo de una gran intuición y gusto literarios, Lupercalia, una editorial joven y audaz, se ha encargado de reunir un gran surtido de plumas de escritores españoles contemporáneos para rendir el tributo que se merece este padre díscolo de las letras universales. Si bien sus más conocidas novelas, y quizá lo más excelso de su obra, son Viaje al fin de la noche y Muerte a crédito, es cierto que tiene más libros. Por ejemplo,Vila-Matas nos recuerda esa obra menor titulada Fantasía para otra ocasión, que leyó hace tiempo pero que le tuvo que impactar de algún insólito modo pues ahora, "masoquistamente", se molesta en rememorarla y relegarla del olvido, como quien siente un aullido del pasado llamar a la puerta del horror. Otros escritores de esta antología se siguen interrogando por el dilema de diseccionar el binomio hombre-obra. Por ejemplo,Joaquín Piqueras, uno de los más grandes poetas de este país, ha recreado una irónica conversación de chat literario en la que varios usuarios discuten sobre la necesidad de separar al ideólogo del artista, al escritor del hombre. La misma tesitura se plantean otros como José Ángel Barrueco o Gsús Bonilla.

Bruno Marcos elabora un preciso ejercicio comparativo entre Céline y Chaplin, en el que el humor y el horror comulgan en una simbiosis contemporánea que invita a la reflexión.Mario Crespo nos recuerda las relaciones de Céline con la beat generation. Pero el catálogo de plumas y temas no se agota ahí: Miguel Sánchez-Ostiz nos regala una evocación conmovedora; Óscar Esquivas narra una aventura celiniana en primera persona;Pepe Pereza inventa un relato, en su habitual tono directo y violento, en el que un libro robado de Céline desencadena la acción. Y muchos grandes narradores más que no caben en este breve reseña…

Muchos han elegido el ensayo, otros el relato, la crónica o la falsa biografía. Gran número de elementos de la vida del autor se hallarán en este volumen, y muchas desviaciones por vericuetos ficticios que ahondan en el itinerario novelístico de este padre de los malditos. Sobre todo apoyándose en esa novela semi autobiográfica que es Viaje al fin de la noche. De la que se puede aprender más de Céline que de ninguna biografía: su viaje a EE.UU., su amor sucio y mal correspondido, su asco por la vida o sus vicisitudes como médico.

Quien se aproxime a la vida de este genial escritor no se arrepentirá. A través de sus libros, a través de los libros de otros. En ese sentido, El descrédito es una puerta-espejo que conduce a Louis-Ferdinand Céline, ejemplo de que la literatura engendra más literatura, en un juego de correspondencias equívoco y proteico que convierte la experiencia de leer en un ‘viaje al fin de la propia irrealidad’.

Permítaseme sumar esta reseña al merecido homenaje que Céline merece.


Pedro Pujante, La Tormenta en un Vaso.




sábado, 8 de febrero de 2014

El controvertido Louis-Ferdinand Céline, acompañado por algunos de los antólogos de El descrédito


En esta obra participan autores como Miguel Sánchez-Ostiz, Mario Crespo, Celia Novis, José Ángel Barrueco, Óscar Esquivias, Isabel García Mellado, Patxi Irurzun, Joaquín Piqueras, Adriana Bañares, Gsús Bonilla, Alfonso Xen Rabanal o Enrique Vila-Matas. 'Hemos hecho una selección muy fina de personas que conocieran su obra. Todas ellas incorporan diferentes puntos de vista que van desde la ficción al ensayo o la experiencia personal. Hemos tratado de ofrecer una visión panorámica en la que se incluyan desde personas que lo apoyan a ciegas (rozando el fetichismo) hasta personas que lo critican y machacan a conciencia', continúa Vicente. 

La otra persona responsable de esta antología es Julio César Álvarez, quien recuerda que la primera vez que leyó una obra de Céline (en este caso, también fue Viaje al fin de la noche) tenía 17 años. 'Técnicamente me deslumbró. Al leerlo tuve la sensación de que contaba las cosas de otra manera. Creo que es uno de los autores de mayor calidad literaria del siglo XX. Autores como Sartre o Miller son herederos de su estilo, un estilo demoledor, perteneciente a una literatura rompedora', indica. Julio César, que al igual que Vicente incluye su visión sobre este autor en el prólogo de este libro, reconoce el "desafío que se plantea" ante una persona "moralmente monstruosa" pero con una "calidad literaria inmensa".




El descrédito, la monstruosidad del genio

Javier Vayá Albert, en La huella digital

Cerca de treinta de los mejores autores españoles de la vanguardia literaria de nuestro país habitan estos viajes narrativos en torno a Louis Ferdinand Céline. Una antología imprescindible tanto por su valentía como por su calidad literaria. 

En los tiempos que corren se hace necesario aplaudir y admirar la valentía y el tesón de Vicente Muñoz Álvarez y Julio César Álvarez, antólogos de este libro y de la editorial Lupercalia, por apostar y sacar adelante un libro tan difícil como imprescindible y necesario. Valentía, tesón y amor por la literatura desprovista de artificios y farándula, de la escritura de trinchera manchada de fango capaz de descender a lo más miserable de la condición humana para mostrarla en toda su crudeza: son las señas de identidad de Louis Ferdinand Céline, uno de los mejores escritores del siglo XX que fue condenado a la cárcel y el ostracismo por sus panfletos antisemitas y supuesta colaboración con los nazis. Con la excusa de indagar en la dicotomía que supone la figura de Céline, autor de innegable calidad artística y más que dudosa catadura moral, El descrédito nos brinda 28 textos, uno por autor, a cual más brillante y sublime. 

Bajo la disyuntiva de separar al autor de su obra, esta antología cumple varias funciones; por un lado reivindica la obra de Céline sirviendo como complemento, tan erudito como delicioso, para quien lo haya leído, por otro invita a todo aquel que no haya leído al autor francés y con una pizca de curiosidad a interesarse por el firmante de Viaje al fin de la noche o Muerte a Crédito toda vez que reúne a varios, contando también los sendos maravillosos prólogos de los antólogos, de los mejores escritores del panorama patrio actual, la mayoría de ellos alejados de los grandes focos que prefieren posarse en semianalfabetas mujeres de toreros autoras de bestsellers. En este sentido no es casual que los autores más conocidos a priori, Miguel Sánchez Ostiz y Enrique Vila-Matas, abran y cierren respectivamente la antología. Sin duda el mayor acierto de El descrédito reside en otorgar plena libertad a cada autor que elige el viaje narrativo que desea y ofrece su visión personal sobre el escritor, en muchos casos totalmente distintas unas de otras: mientras Sánchez Ostiz nos sitúa en el contexto histórico de los últimos años de Céline, sin disculparlo jamás, Vila-Matas se ceba con la obra y vida del médico convertido a escritor sin negar cierta atracción hacia ambas facetas. 

De hecho El descrédito es otra gran muestra de los encontrados sentimientos que Céline provoca con su literatura y su actitud ante la vida donde caben desde el desprecio absoluto a la más profunda admiración en un solo intento de describirlo. Mario Crespo relata en un excelente ejercicio de metaliteratura el viaje que sirvió como cesión del testigo por parte de Céline a Allen Ginsberg y William Burroughs, miembros de la generación Beat que junto a Bukowski serían sus mayores discípulos literarios. Celia Novis narra de manera magistral la malsana travesía en barco de Céline hacia África que pone de manifiesto su carácter y su posterior misantropía. José Ángel Barrueco, en un texto fascinante que reúne erudición y amor por la literatura, se pregunta si acaso Céline no sufrió demasiado castigo sobre todo en comparación a otros escritores de semejante calaña y apuesta firmemente por separar al escritor del hombre. Óscar Esquivias nos sitúa en primera persona en la vida de Céline en África en un relato tan logrado que pide ser novela. Bruno Marcos, en una excelente y sorprendente comparación de Céline con Charles Chaplin, desmitifica la ferocidad del autor. Pepe Pereza nos brinda uno de los más desgarradores y hermosos relatos de desamor que se pueden leer en el que un libro del autor francés jugará un papel importante. 

Isabel García Mellado trenza un bello cuento parisino con aparición casi fantasmal de Céline. Álex Portero Ortigosa da fe de su maestría en un emocionante y reivindicativo texto que debería ser de obligada lectura en las escuelas. Vanity Dust resucita a Céline con su hilarante y genial prosa mientras Juanjo Ramírez hace lo propio de una manera un tanto más escatológica e igual de brillante. Hilarante, brillante y sin tapujos es el genial relato de Patxi Irurzun. Juan Carlos Vicente se pone de manera sublime en la piel del ministro francés que no paró de recibir presiones para que no se homenajeara a Céline en las celebraciones nacionales de 2011. Velpister se muestra excelentemente lúcido plasmando un futuro distópico demasiado reconocible. Esteban Gutiérrez Gómez pone de manifiesto lo muy presente que sigue todavía el espíritu y la obra céliniana en cualquier espíritu adolescente mínimamente rebelde y curioso. Pablo Cerezal utiliza la magia que su exquisita prosa atesora para poner de manifiesto lo hipócrita del políticamente correcto mundo occidental con su odisea para encontrar un volumen de Muerte a crédito. Miguel Baquero no es capaz de separar al escritor de su obra cerrando su texto con una frase tan certera como hermosa y contundente. Adriana Bañares prefiere poner su maravillosa y poética prosa al servicio de la historia de amor de Céline. Por resumir, el resto de textos de Javier Esteban, José M.Alejandro (Choche), Carlos Salcedo Odklas, Joaquín Piqueras, Gsús Bonilla, Alfonso Xen Rabanal y Daniel Ruiz García contienen una calidad literaria tan demoledora que convierten El descrédito en más que una antología, un artefacto vital de más que necesaria y obligada presencia en todas las estanterías.